
Ante la llegada inminente de San Valentín los profesores de Lengua están dispuestos a entregaros sus mejores armas: sus poemas de amor predilectos…
Ahora bien, ¿cuáles el mejor? ¿Con cuál podemos expresar nuestra pasión, enredar en nuestra pulsión al ser adorado, dejarnos llevar por la mística del sentimiento?
Si vosotros no ponéis orden, la Guerra fratricida que se ha despertado en el Departamento de Lengua no tendrá fin. ¡VOTA! Y ten presente que el profesor ganador seré premiado con un crucero por los fiordos noruegos, tres o cuatro millones de euros (pendientes de presupuesto) y el reconocimiento de su departamento.
Una persona, un voto. Coge una papeleta y escribe el número del poema escogido con más gusto.
Recuento de votos: 14 de febrero
Comunicación del profesor ganador: 14 de febrero, en la Biblioteca, durante el recreo.

Carmen V
Vivamos, Lesbia mía, y amémonos.
Que los rumores de los viejos severos
no nos importen.
El sol puede salir y ponerse:
nosotros, cuando acabe nuestra breve luz,
dormiremos una noche eterna.
Dame mil besos, después cien,
luego otros mil, luego otros cien,
después hasta dos mil, después otra vez cien;
luego, cuando lleguemos a muchos miles,
perderemos la cuenta, no la sabremos nosotros
ni el envidioso, y así no podrá maldecirnos
al saber el total de nuestros besos.
C. Valerio Catulo
Mientras tú existas
Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz-cualquiera…
Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada
mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.
Ángel González
Tu risa
Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.
No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.
Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de la vida.
Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, porque tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.
Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.
Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.
Pablo Neruda
Palabres
Ámovos palabres xiblu que me peslláis los llabios;
palabres en sin dicir
qu’asomáis a los güeyos delles veces
y en madexes d’agua espardéis la murnia y l’orpín
y el color allunáu, encesu en to les nueches.
Ámovos entós, a la escontra’l silenciu, dientro de mi
—manancial prietu de prietuxorrecer y rabia—
porque sois tolos soles que me faen falta ver
curiando de les tardes.
Palabres clares de la mio casa,
rellumos marxinales que recoyéis la voz
nel frío de los iviernos, palabres en sin dicir,
palabres calteníes na mio llingua: ámovos.
Lourdes Álvarez
Por siempre
Si la esmeralda se opacara,
si el oro perdiera su color,
entonces, se acabaría
nuestro amor.
Si el sol no calentara,
si la luna no existiera,
entonces, no tendría
sentido vivir en esta tierra
como tampoco tendría sentido
vivir sin mi vida,
la mujer de mis sueños,
la que me da la alegría…
Si el mundo no girara
o el tiempo no existiese,
entonces, jamás moriría.
Jamás morirías
tampoco nuestro amor…
pero el tiempo no es necesario
nuestro amor es eterno
no necesitamos del sol
de la luna o los astros
para seguir amándonos…
Si la vida fuera otra
y la muerte llegase
entonces, te amaría
hoy, mañana…
por siempre…
todavía.
Mario Benedetti
FLORES
Hay otra piel dentro de mi piel
que se ajusta a tu tacto como un lago a la luz;
que desliza su memoria, su lenguaje perdido
dentro de tu lengua,
borrándome para hacerme de nuevo.
Justo cuando el cuerpo cree saber
los caminos para conocerse a sí mismo,
esta segunda piel sigue buscando sus respuestas.
En la calle – las sillas de los cafés abandonadas
en las terrazas, los puestos del mercado vaciados
de su viva luz,
aunque el pavimento todavía respire
uvas y melocotones –
como la luz de todo lo que crece
en la tierra recién removida,
cada partícula de mí se ajusta a tu tacto,
el viento envolviéndonos las piernas en mi vestido,
tu camisa deshaciéndose en flores por mis manos.
Anne Michaels
Desordenado
Aqunuelaslertasetsénmal,
sóloncesetias la preimra
y la útilmaltreapraa leer susainigficdo
ycoerpmndelrotodo.
Enetxactameiugalque en el amor.
Luis Ramiro
Qué corta fue la noche
Huelen a ti las sábanas, amor, y todavía
está tu libro abierto encima de la mesa
y hay libros por el suelo y discos y tabaco.
Aunque aquí ya no estés, mis brazos aún te buscan.
Y en este fingimiento de abrazarte en la almohada
persigo tu recuerdo, tu cintura, tus hombros.
Tu cuerpo no fue un sueño y quizás en el baño
mi cepillo me espere, mojado de tu boca,
o húmedas toallas que secaron tu pelo.
Huelen a ti las sábanas. El barrio se despierta.
Hay voces en la calle y luz tras la persiana.
El sol debe estar alto. Qué corta fue la noche.
Abelardo Linares
El banquete que os propongo es para el día de mi muerte…
El banquete que os propongo es para el día de mi muerte
y responde al amor que yo siento y deseo:
pido que se me coma,
que mi ser en no ser no se mude
sino en puro alimento;
comunión caníbal suplico,
génesis en el otro.
Nadie quiere comerme,
enferma estoy de amor.
Clara Janés
El enamorado
Lunas, marfiles, instrumentos, rosas,
lámparas y la línea de Durero,
las nueve cifras y el cambiante cero,
debo fingir que existen esas cosas.
Debo fingir que en el pasado fueron
Persépolis y Roma y que una arena
sutil midió la suerte de la almena
que los siglos de hierro deshicieron.
Debo fingir las armas y la pira
de la epopeya y los pesados mares
que roen de la tierra los pilares.
Debo fingir que hay otros. Es mentira.
Sólo tú eres. Tú, mi desventura
y mi ventura, inagotable y pura.
Borges
